Utilizan el conocimiento de la biología, hábitat, costumbres y comportamiento social de las termitas para lograr su eliminación. Se basa en la colocación de unos cebos de celulosa impregnada con la materia activa, un regulador de crecimiento (IGR) basado en la inhibición de la síntesis de quitina.
El exoesqueleto de la termita está hecho de quitina. Para crecer las termitas deben cambiar este caparazón, por tanto cuando realicen la muda es cuando les afectara el IGR. De esta manera conseguimos evitar el rechazo del producto, ya que al no tener un efecto inmediato no asocian la ingestión del cebo con sus efectos.
Otro hecho que aprovecha el sistema es la forma de vida de las termitas y su organización jerárquica. Desde el termitero, las obreras localizan la comida que permita alimentar a toda la colonia, ellas degradan la madera, aprovechando la celulosa que es realmente su alimento y se la pasan al resto de los individuos, contaminándolos.
Cuanto mayor sea la ingestión de cebo, más rápidamente aparecerán los síntomas. Resulta, por consiguiente fundamental, tanto localizar los puntos óptimos de colocación de los cebos como, que su número sea suficientemente elevado.
En aquellas estaciones en las que se detecte actividad se colocarán los cebos insecticidas, que serán reemplazados por otros nuevos según vayan siendo consumidos por las termitas, para ello se controlarán regularmente en plazos entre 3 y 5 semanas, según la actividad desarrollada por las colonias de termitas.
Estas actuaciones se mantendrán hasta completar la eliminación de las colonias de termitas. Logrado esto, los controles se realizarán 2 ó 3 veces al año para garantizar la protección en el área considerada durante cinco años.
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